martes, 24 de junio de 2008

NO TIREN ARROZ


Él no imaginaba lo que sería despertar a su lado por todas las mañanas de su vida
Y no sólo cuando el sol de asomaba por las cortinas que escondían la unión, sino también cuando se acababan las ovejas por contar y las estrellas que habían prometido bautizar acechaban frente a esa maldita soledad de estar en compañía.
Así era como la desilusión roía poco a poco la independencia y las añejas risas.
Así era como aprendió a amar en silencio sus recuerdos, lo que antes le atormentaba.
Pensaba que no era tan malo tenerla a su lado,
Que dentro de todo, el soportarla lo hacía un tipo normal,
Y él, hombre intachable, no hubiera querido quitarle una promesa.
Además, el arrebato pudiera causarle el mismo efecto de todo lo que se deja:
Después lo extrañas.
Conoció día tras día lo que algunos llaman soñar despiertos, solo que en realidad, lo acechaba más bien una pesadilla del “día más feliz de su vida”: la imagen de ella entrando del brazo de su padre destellando su alba aura y sonriendo a destajo apretando el ramo de calas naranjas que mandaron traer; mientras él sentía náuseas- muchas náuseas- que debió ahogar en sonrisas que ahora sumaban arrugas.
Aunque ella tratara de guardar un pedazo de misterio, él ya sabía la consistencia, olor y sabor de cada parte de su cuerpo e incluso, mirando su entrecejo, podía adivinar cuál sería la intensidad del sudor de sus carnes por la noche.
Al parecer todos nos volvemos clarividentes cuando la sorpresa se cansa y se sienta a esperar mirando por la ventana.
Ya habían transcurrido incontables momentos.
Para él fue imposible transformar espacios en lugares y dar amor a aquella criatura que amaba…
Sí, porque de eso estaba seguro… si tuviera que pasar por lo mismo de nuevo no dudaría en elegirla… por lo menos ella respetaba sus pensamientos. Sí, lo dejaba sentarse en el sillón del pequeño living a mirar las infinitas luces del televisor sin hacer una sola pregunta
Y sí, eso era suficiente para que él la adorara en lo más profundo de su alma… pero no lo suficiente como para sentir que esto fuera cierto.
Fue así, como después de escribir estas palabras ya no cabía ninguna duda…
Fue mujer y se llamó Melissa, porque ella así lo quería.
Con el paso del tiempo fueron más y más los que se sentaron en la mesa con las manos llenas de tierra y agudos chillidos en sus bolsillos.
Él sólo miraba y sonreía mientras le daba cuerda a su reloj.
Y si te fijas bien, quizás llegues a descubrir que este hombre cuya vida se congela inevitablemente…
…puede ser aquel que llamas Padre.

1 comentario:

Unknown dijo...

Ohhh, shit!!!

Excelente

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