Se abren las puertas del hogar,
la intimidad es ahora pública, fotografiada,
puesta en tela de juicio.
Ese hermoso proceso ya ha florecido.
Las nevadas no han destruido las plantas,
sí algún que otro mendigo,
pero qué importa, estamos hablando del festival,
no del dolor de la humanidad
-no se me ponga densa mijita!-
Los dueños de los patios se pasean orgullosos de su obra,
las amas de casa reciben la mirada que no ha sido puesta con deseo sobre ellas quizá desde cuando,
o al menos a algo que las simbolice a ellas...
Los hombres se esconden.
Junto con el festival de patios está el de rejas decoradas con flores.
Bellísimas.
Balcones con estilo barroco y lindos colores saliendo de él.
Escondieron las antenas del satélite donde los canales de cable dan consejos de jardinería
y alguna que otra noticia bélica,
pero qué importa, estamos hablando del festival,
no del dolor de la humanidad,
-no se me ponga densa mijita!-
Tras los balcones que no concursan aparecen dos niños,
algo poco usual por estos lares.
Al poco rato, afirmados de las rejas de los balcones de Córdoba,
ambos miran la pelotita que se les ha caido.
Son mas atractivos que los balcones con flores.
El par de niños encerrados tras la estética de la ciudad,
reciben para mí el primer premio.
Miro a mi alrededor y somos una multitud.
Aplaudimos
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